Para redondear sus magros ingresos, Arthur Conan Doyle publicó una novela de intriga: Estudio en Escarlata, que se convertiría en el primero de los sesenta y ocho relatos en los que aparece uno de los detectives literarios más famosos de todos los tiempos: Sherlock Holmes. En 1891, Holmes y Conan Doyle ya eran nombres que sonaban en todos los hogares. Doyle había dejado de ser un personaje desconocido y abandonó el ejercicio de la medicina para dedicar todo su tiempo a escribir.
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