1605 es el año dichoso en que se dio comienzo a una nueva era para el lector desocupado y holgazán: don Juan de la Cuesta, en su imprenta de Madrid, dio a conocer la vida y la pasión y diez años después la muerte de nuestro señor don Quijote de la Mancha, hidalgo de agudo ingenio y esforzado brazo, que de tan pensieroso vino en loco y se hizo caballero por puro desatino ante los ojos atónitos de sus vecinos de Montiel y los compasivos de su cronista, don Miguel de Cervantes Saavedra, héroe de las guerras de Italia, biennacido en Alcalá de Henares y malherido en la refriega de Lepanto empuñando su sable por Carlos V.
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